Extracts from my book Thinking Through Creation were recently translated into Spanish for the IFES Logos and Cosmos Initiative. Below (and here as a PDF) is the translation.

 

Reflexionar a través de la creación: génesis 1 y 2 como Herramientas de crítica cultural

Extractos de la introducción del libro de Christopher Watkin, Thinking Through Creation: Genesis 1 and 2 as tools of cultural critique [Reflexionar a través de la Creación: Génesis 1 y 2 como herramientas de crítica cultural] (Phillipsburg, USA: P & R Publishing, 2017).

El capítulo completo está disponible en inglés en https://www.thinkingthroughthebible.com/thinkingthroughcreationintroduction/ y compartido con el permiso del autor.

 

Lo tomaron y lo llevaron al Areópago, diciendo: «¿Se puede saber qué nueva enseñanza es esta que usted presenta? —le preguntaron—. Porque nos viene usted con ideas que nos suenan extrañas, y queremos saber qué significan”.[1]

Nuestra sabiduría, en la medida en que debe considerarse verdadera y sólida, consta casi totalmente de dos partes: el conocimiento de Dios y de nosotros mismos. Pero como están unidos por muchos lazos, no es fácil determinar cuál de los dos precede y da origen al otro.[2]

Todo el pensamiento moderno y contemporáneo está, como tal, determinado positiva o negativamente por su relación con el cristianismo.[3]

Este es un libro para cristianos pensantes que quieren entender y cambiar a nuestra sociedad. Proporciona pautas y ejemplos de cómo hacer que la Biblia se imponga sobre algunos de los supuestos, debates y cuestiones clave de nuestra época, y equipa al lector para que aplique estas pautas en nuevas cuestiones y contextos. En su núcleo se encuentra una convicción central: no basta con explicar la Biblia a la cultura en la que vivimos; los cristianos también deben explicar la cultura en la que vivimos en términos de la Biblia. Estos capítulos ofrecen una contribución local, pero fundamental, a esa tarea de época: exploran cómo pensar en nuestra cultura a través de la lente del relato bíblico del Dios trinitario y su acto de creación, utilizando formas de pensamiento bíblico para afrontar el reto de entablar un diálogo auténtico, positivo y constructivo con las grandes ideas y valores de nuestro tiempo.

Para hacer frente a este desafío son necesarias dos cosas: debemos desarrollar una comprensión matizada de los patrones de pensamiento que estructuran el relato bíblico de la Trinidad y de la creación, y debemos desarrollar una apreciación penetrante de los conceptos e historias que dan forma a nuestra cultura contemporánea. En otras palabras, debemos desarrollar la capacidad de lo que John Stott en El Cristiano Contemporáneo llama la “doble escucha”:

Estamos llamados a la doble escucha, a la escucha de la Palabra y del mundo. […] Escuchamos la Palabra con humilde reverencia, ansiosos de entenderla, y resueltos a creer y obedecer lo que hemos llegado a comprender. Escuchamos al mundo con alerta crítica, ansiosos de entenderlo también, y resueltos no necesariamente a creerlo y obedecerlo, sino a empatizar con él y a buscar la gracia para descubrir cómo se relaciona el Evangelio con el mundo.[4]

Ambos son indispensables para los cristianos que quieren entender y ayudar a dar forma a nuestra cultura. Sin embargo, ninguno de los dos es sencillo y ambos pueden ser malinterpretados, por lo que conviene dar una explicación sobre cada uno de ellos al comenzar nuestro viaje hacia la doble escucha.

 

Escuchando la Palabra

Hoy en día, mucha gente piensa que, cuando los cristianos hablan de que la Biblia debe influir en el debate público y en el esfuerzo intelectual, están defendiendo poner un freno de mano para la innovación y el progreso, una actitud que golpea el podio, citando versículos, señalando con un dedo acusador y diciendo que no a todo. Pero esa política de selección de versículos es una caricatura de una intervención cristiana completa en los asuntos intelectuales y sociales de nuestros días. No comprende que la Biblia no solo ofrece un conjunto de verdades, historias valores, sino que también despliega lo que podríamos llamar

“movimientos” recurrentes, “patrones” o “formas de pensamiento”. Pueden ser patrones de comportamiento de Dios que se repiten en diferentes contextos, formas recurrentes de pensar en la relación entre Dios y el mundo, o formas repetidas en las que los planes de Dios sorprenden a su pueblo.

En otras palabras, tenemos que prestar atención no solo a lo que dice la Biblia, sino a cómo considera lo que dice y cómo ese pensamiento moldea nuestro propio pensamiento y nuestra vida de arriba a abajo. Dicho de otro modo, la Biblia no debe leerse sólo como un conjunto de ideas e historias en las que piensan los cristianos piensan, sino como un conjunto de pautas y disposiciones a través de las cuales pensamos en todo y a través de las cuales vivimos toda nuestra vida.

Cuando los cristianos empiecen a pensar y a actuar a través de la Biblia de esta manera, podremos aportar contribuciones genuinamente nuevas, distintivas y constructivas al debate intelectual y al cambio social. Si los cristianos han de aportar esa voz distintiva en la plaza pública, no bastará con espolvorear un poco de polvo de hadas bíblico sobre las ideas y políticas que se hayan desarrollado con poca o ninguna atención a la Biblia, ni tampoco bastará con entretejer un lenguaje clave como si fuera un “silbato para perros” con una forma de pensar y vivir que es, en su esencia, una pálida imitación del mundo que le rodea. Si los cristianos han de aportar una voz que merezca la pena escuchar en el debate público y en la vida intelectual -una voz que merezca la pena escuchar porque articula ideas distintivas de una manera fresca y porque habla desde una comprensión profunda y comprensiva de los retos y oportunidades a los que se enfrenta nuestra cultura-, entonces debemos aportar algo más que una repetición refrita de lo que nuestra sociedad ya piensa y siente.

Ahora, por supuesto, no podemos pensar a través de la Biblia sin pensar también acerca de ella. No podemos aprender a pensar bíblicamente sin tratar de discernir el significado de determinados versículos y pasajes, y gran parte de este libro está dedicado precisamente a esa tarea. La elección entre entender los pasajes bíblicos y pensar bíblicamente es claramente una falsa dicotomía. Sin embargo, es posible entender muchos versículos y muchos pasajes de la Biblia sin pensar bíblicamente y sin aportar patrones de pensamiento bíblico a las cuestiones intelectuales y sociales de nuestros días. Hacerlo es detener prematuramente el camino del desarrollo de una mente y una voz cristianas, y el presente libro ha sido escrito para proporcionar asistencia en el camino a tal disrupción intelectual.

Abogar por una sensibilidad a los patrones y formas de pensamiento bíblicos no es en absoluto un alegato a favor de ir detrás del texto de la Biblia para encontrar un código secreto u oculto más allá de sus páginas o escrito entre líneas, de hecho, se ha hecho mucho daño a la iglesia y se ha deshonrado mucho a Dios con afirmaciones equivocadas que decían haber encontrado el verdadero o profundo significado de las escrituras más allá de su mensaje manifiesto. No hay nada esotérico en este enfoque porque los movimientos, patrones y formas de pensamiento que se exploran en este libro no están detrás o por encima del texto en absoluto, sino que pueden verse en capítulo y verso.

Tampoco se pretende en estas páginas haber descubierto algo nuevo en el texto de la Biblia. Al dar nombres como “diagonalización” y “dinámica en forma de U” a los movimientos bíblicos identificados en este libro, solo pretendo extraer con claridad las implicaciones de una forma de pensar que nos espera en la Biblia. El tipo de intervenciones cristianas completas en cuestiones intelectuales y sociales que se esbozan en estos capítulos se inscriben, muy imperfectamente, en una larga y venerable tradición de pensadores y reformadores cristianos. La obra y la vida de San Agustín de Hipona y Calvino, por citar solo dos de los ejemplos más conocidos, muestran cómo la comprensión de los movimientos, patrones y formas de pensamiento bíblicos puede generar intervenciones vanguardistas e incisivas en cuestiones intelectuales, sociales y políticas.

Podemos empezar a hacernos una idea de cómo es este enfoque considerando las cuatro subcategorías de Alvin Plantinga de una filosofía cristiana agustiniana completa.[5] Que son:

  • Teología filosófica: “un modo de pensar en las doctrinas centrales de la fe cristiana desde una perspectiva filosófica y empleando los recursos de la filosofía”[6]
  • Apologética: una apologética negativa que defiende al cristianismo de sus detractores[7] y una apologética positiva que da pruebas o argumentos teístas a favor de la existencia de Dios.[8]
  • Crítica filosófica cristiana: una crítica (en el sentido de una valoración justa y equilibrada, señalando los puntos buenos y malos) de las culturas y formas de pensamiento que existen en la sociedad actual, “discerniendo los espíritus” y “probando la procedencia de la desconcertante variedad de ideas y afirmaciones con las que nos enfrentamos”[9] y transmitir este conocimiento al resto de la comunidad cristiana.
  • Filosofía cristiana positiva: “Pensar en el tipo de preguntas que los filósofos plantean y responden desde un punto de vista explícitamente cristiano”,[10] preguntas como la naturaleza del deber o el progreso humano, y la búsqueda del amor o la belleza.

Según Plantinga, la iglesia cristiana es actualmente más débil en las áreas de la crítica filosófica y la filosofía positiva, y éstas son las áreas en las que se centra este libro.

Las tareas combinadas de una crítica filosófica cristiana y de una filosofía cristiana positiva pueden pensarse como una “teoría” bíblica, en el sentido en que podríamos hablar de “teoría feminista” o de “teoría ecologista”, término al que tendremos ocasión de volver más adelante. Una teoría, en este contexto, es una forma de abordar todas las facetas de la cultura y la sociedad contemporáneas con un conjunto particular de convicciones, preocupaciones, valores, preguntas e ideales. Para Carl Trueman, profesor de historia de la Iglesia en el Seminario Teológico de Westminster, si se va a escribir una teoría cristiana de este tipo debe comenzar con La Ciudad de Dios de San Agustín:

La amplitud del pensamiento [de San Agustín], desde la psicología hasta la política y la gracia, lo convierte en una fuente única para el pensamiento cristiano. Un amigo marxista me comentó una vez que La Ciudad de Dios era el único libro del cristianismo que podía funcionar como lo hace El capital: crítica de la economía política en el marxismo: un tomo de referencia para el desarrollo del pensamiento crítico sobre el conjunto de la vida. […] Escrita mientras Roma, la ciudad eterna, ardía a manos de los godos, La Ciudad de Dios es, en algunos puntos, una soberbia reflexión sobre la relación entre los reinos terrenal y celestial […]. Si los cristianos quieren realmente desarrollar una teoría crítica que permita el compromiso con la cultura contemporánea, harían mejor en leer a San Agustín que a Derrida.[11]

Trueman acierta al destacar La Ciudad de Dios como una fuente singular y notable de reflexión cristiana para el pensamiento crítico sobre la vida entera. En este clásico de la literatura occidental (escrito por un hombre de origen africano, no lo olvidemos), San Agustín pone en relación toda la historia de la Biblia con toda la antigüedad tardía, desde su religión hasta su filosofía y su política. Entrelazando un profundo conocimiento de las ideas y los relatos de la cultura romana con la comprensión de los patrones de la historia bíblica, San Agustín muestra cómo la Biblia da cuenta de la cultura mejor de lo que la cultura puede dar cuenta de sí misma. La Ciudad de Dios se erige como el edificio más impresionante de los dos mil años de historia de la iglesia. Sin embargo, hay (como Trueman estaría de acuerdo de corazón) una fuente más profunda en riqueza y más amplia en alcance que La Ciudad de Dios para dar forma a una teoría cristiana en el rápidamente cambiante mundo occidental del siglo XXI. No debemos empezar con San Agustín; debemos dejar que San Agustín nos lleve a donde él mismo empezó: con un ojo puesto en la Biblia y el otro escudriñando nuestra cultura.

El consejo de Trueman es un correctivo a la suposición generalizada de que la mejor manera de entender y formar la cultura contemporánea es limitarse a leer a autores contemporáneos. De hecho, limitarse a leer los últimos libros puede ser la peor manera de entender la cultura contemporánea. Como señaló C. S. Lewis en su famoso ensayo “Sobre la lectura de libros antiguos”, cada época tiene sus puntos ciegos y sus errores característicos, y si solo leemos libros contemporáneos, entonces “cuando sean verdaderos nos darán verdades que ya conocíamos a medias” y “cuando sean falsos agravarán el error del que ya estamos peligrosamente enfermos”. El remedio, para Lewis, es «mantener la limpia brisa marina de los siglos soplando a través de nuestras mentes” mediante la lectura de libros antiguos.[12] De ello se desprende que una de las grandes ventajas para el cristiano que busca entender y modelar nuestra cultura a la luz de los patrones de pensamiento de la Biblia es que ésta no fue escrita en la última década, y que por tanto no comparte los puntos ciegos de nuestra cultura particular. De hecho, se escribió a lo largo de más de un milenio para las comunidades y sobre las comunidades que son a su vez nómadas, agrarias, monárquicas, exiliadas y ocupadas. Esta diversidad cultural e histórica significa que la Biblia -en contraste con casi todos los enfoques teóricos actuales- no está atada a una sola época ni a un único contexto cultural, y menos al nuestro.

 

Escuchando al mundo

Cuando se trata de la tarea de escuchar al mundo nos encontramos con que lo que está en juego es muy similar. Al igual que existe el peligro de esgrimir determinados versículos y pasajes bíblicos de forma aislada del pensamiento bíblico, también es posible, al escuchar la cultura contemporánea, oír solo una serie de fragmentos e ideas aisladas que sobresalen como tantas islas separadas que forman un archipiélago en el océano de nuestra cultura. Sin embargo, limitarse a ver las islas es perderse las grietas submarinas, las cordilleras y los arrecifes que las conectan entre sí y nos ayudan a entenderlas como un todo y en relación de unas con otras. Si tratamos de comprender los rasgos superficiales de nuestra cultura sin prestar atención a los supuestos, las convicciones, los conceptos y las historias profundas de las que surgen, solo lograremos una comprensión superficial e inconexa de nuestro tiempo. Este enfoque de texto de prueba para el compromiso cultural nunca puede comprender adecuadamente las ideas y los valores de nuestra cultura. Sin esa comprensión, nunca se podrá participar en el debate de esa cultura a un nivel fundamental.

Thinking Through Creation presenta la doctrina bíblica no como una serie de hechos, sino como un marco para entender cualquier hecho, abordando la Biblia no como una historia dentro de la realidad, sino como la historia de la realidad, y como la realidad misma dentro de la cual cualquier otra historia debe existir necesariamente. Esta afirmación fundamental y crucial la resume C. S. Lewis en su discurso ante el Club Socrático de Oxford el 6 de noviembre de 1944: “Creo en el cristianismo como creo que el sol sale por la mañana: no solo porque lo veo, sino porque a través de él lo veo todo”.[18] Toda la vida y el pensamiento están moldeados por la Biblia, no porque la Biblia tenga algo que decir explícitamente sobre cada faceta de la sociedad contemporánea (no hay ningún versículo que aborde explícitamente los méritos de la democracia representativa parlamentaria o la frecuencia con la que debemos comprobar nuestras cuentas en las redes sociales), sino porque cada faceta de la sociedad contemporánea encaja en la historia que se desarrolla en la Biblia, como explica el filósofo cristiano Cornelius Van Til:

Hay un sistema de realidad del que forma parte todo lo que existe. Y cualquier hecho individual de este sistema es lo que es en dicho sistema. Por lo tanto, es un contrasentido hablar de presentar ciertos hechos a los hombres si no se los presenta como partes de este sistema. El hecho mismo de cualquier hecho individual de la historia es precisamente lo que es porque Dios es quien es.[19]

Para el cristiano, todo es lo que es porque Dios es quien es, y todo -incluida la cultura y la vida intelectual- tiene su lugar dentro de la narrativa y los conceptos bíblicos.

 

La Trinidad y la Creación: De la vergüenza a la riqueza

Cuando se trata de la visión de desarrollar y desplegar una teoría bíblica hoy, hay una triste ironía en muchos intentos cristianos de intervenir constructivamente en los debates intelectuales y sociales. La ironía es que las enseñanzas y los pasajes bíblicos que los cristianos evitan con más frecuencia y por los que se sienten avergonzados son, a menudo, precisamente las enseñanzas y los pasajes que pueden dar forma a un pensamiento nuevo de manera más decisiva e innovadora. Seguramente, pocas doctrinas causan hoy en día tanta confusión y tantos rubores entre los cristianos como la Trinidad, y ningún pasaje provoca más controversia e inquietud entre los cristianos y más ira y burla en la cultura en general que el relato de la creación del mundo al principio del Génesis. Con demasiada frecuencia, nuestra cultura contemporánea solo ve en Génesis 1 y 2 problemas sobre los días, Darwin y los dinosaurios, y la Trinidad se descarta como irracional o como una imposición ajena a la Biblia que data de tres siglos o más después de que se escribieran los últimos documentos bíblicos y que se debe más a la política de la iglesia que al testimonio bíblico. Obedeciendo a esta tendencia cultural, muchos cristianos tratan de relegar la Trinidad y los primeros capítulos del Génesis al cajón de las doctrinas “demasiado duras” y al del debate público “demasiado polémico”, y muchos en la iglesia contemporánea han perdido la confianza en estas verdades fundamentales. Esto es un desastre para los cristianos pensantes, porque las verdades bíblicas fundamentales de la Trinidad y la creación proporcionan un conjunto indispensable y poderoso de ideas y herramientas para comprometerse con el pensamiento y la cultura contemporáneos y poder criticarlos, además de proporcionar un contexto fundacional sin el cual otras verdades bíblicas no tienen sentido.

La Trinidad y la creación son el fundamento de todo el pensamiento cristiano bíblico. Un mundo que existe como creación de un Dios soberano no es, sencillamente, el mismo lugar que un mundo que resulta existir en ausencia de cualquier deidad o propósito. Por otro lado, un mundo creado por un Dios trinitario no es el mismo lugar que un mundo creado por muchos dioses o por un dios que carece de riqueza trinitaria. Y cualquier intento de abordar el mundo desde un punto de vista bíblico debe lidiar con estas dos diferencias fundamentales. Lejos de ser una vergüenza para el debate sofisticado y el pensamiento fresco, la Trinidad y la creación proporcionan a los cristianos pensantes un trampolín para participar constructivamente en algunas de las cuestiones filosóficas, políticas y sociales más importantes de nuestro tiempo.

 

Recursos adicionales relacionados:

  • Los estudios bíblicos de LCI https://elearning.ifesworld.org/mod/folder/view.php?id=6121 , especialmente el nº 4 que trata sobre la Creación
  • Charla de Watkin sobre la contribución a su disciplina académica a la luz del Evangelio https://www.thinkingthroughthebible.com/video-talk-contributing-to-your-field-in-the-light-of-thegospel/
  • Charla de Watkin basada en la lectura que acabas de realizar https://www.thinkingthroughthebible.com/thinkingthroughcreationintroduction/

 

  • Acts 17:19-20
  • Calvin, Institutes of the Christian Religion, 1.1.1.
  • Roberto Esposito, ‘Flesh and body in the Deconstruction of Christianity’, Minnesota Review 75 (2010) 95.
  • John Stott, The Contemporary Christian (Leicester: Inter-Varsity Press, 1992) 27.
  • Alvin Plantinga, “Augustinian Christian Philosophy”, The Monist 75:3 (1992): 291-320.
  • Plantinga, “Augustinian Christian Philosophy” 291. [7] Plantinga, “Augustinian Christian Philosophy” 292.
  • Plantinga, “Augustinian Christian Philosophy” 293.
  • Plantinga, “Augustinian Christian Philosophy” 308.
  • Plantinga, “Augustinian Christian Philosophy” 308.
  • The post appeared on the Reformation21.org website and has since been taken down. Professor Trueman has confirmed to me in private correspondence that he is happy to stand by the quotation.
  • S. Lewis, “On the Reading of Old Books”, in Walter Hooper (ed.), God in The Dock (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Co., 1970) 202.
  • “Critical Theory”, in Daniel Chandler and Rod Munday, A Dictionary of Media and Communication (Oxford: Oxford Univerity Press, 2011) 81.
  • Michel Foucault, “What is an Author?” in Josué V. Harari (ed.), Textual Strategies: Perspectives in Post-Structuralist Criticism (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1979) 154.
  • Paul Ricœur, “Irrationality and the Plurality of Philosophical Systems”, in Dialectica 39:4 (1985) 309.
  • John Milbank Theology and Social Theory: Beyond Secular Reason, 2nd (New York: Wiley, 2006) 331.
  • Milbank, Theology and Social Theory
  • S. Lewis, “They Asked For A Paper”, in Is Theology Poetry? (London: Geoffrey Bless, 1962), 165.
  • Cornelius Van Til, Christian Apologetics, William Edgar (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing, 2003) 193.